Si bien los cambios económicos han afectado a todo el mundo, en México, así como en los países en vías de desarrollo, las consecuencias de estos cambios son cada vez más negativas y es por esto por lo que se acentúa la necesidad de implementar prácticas que estén dirigidas hacia la sustentabilidad y el desarrollo.
Con el paso de los años el proceso de urbanización ha generado que muchos espacios verdes se perdieran, para dar lugar a viviendas u otras construcciones; esto no solo ha tenido impacto a nivel ecológico, en consecuencia, las formas de alimentación también se han modificado.
“El proceso de transformación estructural de la agricultura comenzó con los orígenes mismos de la humanidad; desde entonces, ésta ha transitado por distintas fases, dependiendo del papel que se le ha pretendido asignar en el contexto del esquema de desarrollo prevaleciente en cada período” (Otero, 1999).
“En México, desde la década de 1940, las políticas dirigidas al campo buscaron la modernización y el crecimiento de la productividad agrícola como estrategia de desarrollo, la operación de estos programas se dio bajo el periodo de la Revolución Verde”, después “a mediados de los años noventa, el programa de la Alianza para el Campo incorporó el aspecto de la competitividad. Ésta se lograría mediante el apoyo tecnológico y comercial a los agricultores con potencial productivo” (Fletes, 2006).
“La industria alimentaria en el presente siglo se aleja de la rama agrícola en la medida en que ofrece productos muy distintos de los primarios: su tecnología se encamina a borrar del producto el sello espacial-geográfico y con ello la identidad local en que fue producido inicialmente.” “Además; se le añaden un sinnúmero de sustancias químicas que ayudan a conservar el producto, a la vez que le agregan sabor, color, textura y otros atributos requeridos para volverlo más atractivo. En este proceso, las empresas logran construir un vastísimo arsenal de productos terminados, resultado de los procesos de recomposición señalados, lo que incrementa enormemente las opciones de consumo” (Fritscher, 2002).
“El fenómeno de la globalización impregna todos los aspectos de la vida diaria, en los ámbitos político, económico, comercial y en nuestra vida como seres sociales. Y aunque simboliza la idea de esperanza de progreso en un mundo mejor y más unido, también encierra diversas amenazas en los planos económico, técnico, político, estructural, ideológico y cultural, por lo que hay quienes discrepan sobre los beneficios que cabe esperar de este proceso, por otra parte, ya irreversible, y opinan que la globalización profundizará las diferencias hoy existentes y llevará al mundo a un caos total” (De León, 2017).
En el caso de la agricultura, el “tránsito forzoso de la agricultura campesina hacia la modernización viene generando altos costos sociales y ambientales. La destrucción y degradación de los recursos naturales se aceleran en las diferentes zonas agroecológicas, se pierden paulatinamente los conocimientos técnicos locales, se facilita los procesos de migración del campo a las ciudades y se expone a los agricultores a los riesgos de manipulación de los agrotóxicos, además de los problemas de contaminación de los agroecosistemas. A esto se suma la importación de alimentos, cuyos efectos tienden a destruir la base productiva de la agricultura local. Un indicador de esta situación es la balanza comercial, que en la mayoría de los países de la subregión es negativa” (Gomero, 2001).
“En años más recientes, sin embargo, con el advenimiento de la biotecnología, este estado de cosas empezó a cambiar nuevamente. La manipulación genética presente en la nueva tecnología permite, a partir de distintos procedimientos, generar alimentos ahí donde no se dan naturalmente. Así, se pueden elaborar semillas que dan a las plantas capacidad para resistir la sequía y otras inclemencias de la naturaleza, lo cual permite cambiar la ubicación geográfica de un cultivo” (Fritscher, 2002).
Actualmente, y debido al aumento de enfermedades como diabetes o cáncer, “los consumidores cada vez se fijan más en los ingredientes de los alimentos procesados, al decidir cuál comprar. En el caso de México, el 47% de personas encuestadas por Nielsen, en su Estudio global sobre salud y percepciones de ingredientes (2016), respondieron que consideran muy importante saber qué ingredientes contienen sus alimentos. En este sentido, buscan productos menos procesados con un etiquetado más transparente, ingredientes más naturales, o con una menor cantidad de ingredientes nocivos para la salud como aditivos, colorantes y conservadores” (EY, 2019).
“Muchos consumidores de todo el mundo no confían en los sistemas normativos, ni en los fabricantes y ni siquiera en otros seres humanos. Esto no hace más que profundizar un recelo preexistente sobre los alimentos y las bebidas, que responde a casos de retirada de productos del mercado, escándalos y sospechas sobre las grandes empresas” (MINTEL, 2018).
“La necesidad de transmitir tranquilidad sobre la seguridad y fiabilidad de los alimentos y las bebidas ha llevado a un aumento de las afirmaciones sobre las bondades naturales, éticas y ambientales de estos productos que se presentan”, la desconfianza ha obligado a los fabricantes de alimentos y bebidas a ser honestos sobre sus ingredientes, procesos de producción y cadenas de aprovisionamiento (MINTEL, 2018).
En la actualidad, sin duda, que cada pueblo del mundo pueda lograr la seguridad alimentaria para sus miembros es un desafío apremiante, por lo que atendiendo a esto se han desarrollado diversas alternativas de solución. Una de ellas y quizá de las más reconocidas es la agricultura sustentable, dentro de la cual se encuentra la agricultura urbana y periurbana y los huertos urbanos y aunque existen alternativas, hoy por hoy la alimentación se enfrenta a serios problemas que, de no resolverse, traerían consecuencias negativas para muchos seres humanos.
REFRENCIAS
De León, G. (2017). La globalización y su influencia en la agricultura. Anuario Jurídico y Económico Escurialense. (51),389-410. Recuperado el 19 de enero de 2021 de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6332793.pdf
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EY (2019). Tendencias de consumo de la industria alimentaria. Recuperado el 19 de enero de 2021 de: https://www.ey.com/es_mx/consumer-products-retail/tendencias-de-la-industria-de-alimentos
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Fletes, H. (2006). Cadenas, redes y actores de la agroindustria en el contexto de la globalización: El aporte de los enfoques contemporáneos del desarrollo regional. Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad. 13 (37), 97-122. Recuperado el 19 de enero de 2021 de http://www.scielo.org.mx/pdf/espiral/v13n37/v13n37a4.pdf
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Fritscher, M. (2002). Globalización y alimentos: tendencias y contratendencias. Política y Cultura. (18), 62-82. Recuperado el 19 de enero de 2021 de http://www.redalyc.org/pdf/267/26701804.pdf
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Gomero, L. (2001). Impactos de la globalización en la agricultura de la Comunidad Andina. LEISA – revista de agroecología. 17 (2), 4. Recuperado el 19 de enero de 2021 de http://www.leisa-al.org/web/index.php/volumen-17-numero-2/2302-impactos-de-la-globalizacion-en-la-agricultura-de-la-comunidad-andina
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MINTEL (2018). Tendencias mundiales en alimentos y bebidas para 2018. Recuperado el 19 de enero de 2021 de: http://www.siicex.gob.pe/siicex/documentosportal/alertas/documento/doc/277698773rad83597.pdf
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Otero, M. (1999). La industrialización de la agricultura: riesgos y desafíos frente a la globalización y la apertura. Comunica. 4(13), 50-57. Recuperado el 19 de enero de 2021 de http://repiica.iica.int/docs/B1798e/B1798e.pdf
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Autor: Jesús Emmanuel Martínez Velasco
jemartinez@clea.edu.mx