Las organizaciones, así como los seres humanos, no son entes aislados; existen en un entorno que los afecta y al que deben responder para no desvanecerse, por eso las organizaciones se definen como un sistema abierto (al menos en teoría), que se retroalimenta constantemente tanto del interior como del exterior. La analogía de la célula en Biología permite entender que es necesario un intercambio desde el interior hacia el medio externo y viceversa, para lograr la homeostasis (equilibrio).
Bajo este esquema, para algunos autores como Cabanelas (1997), una empresa es excelente en un entorno globalizado de cambio y competencia, si logra anticiparse al futuro, y no sólo aquella que sigue un comportamiento adaptativo; para poder anticiparse al futuro es necesario formular una estrategia, prever y vaticinar acontecimientos en un contexto caracterizado por la incertidumbre.
El entorno se define simplemente como todo aquello que rodea a la organización; en consecuencia, de la amplitud de cosas y situaciones que abarca esta tesis, se establecen diversos niveles y clasificaciones que facilitan a las organizaciones el estudio de ésta. La división más común, pero no la única, es la que distingue entre entorno general y entorno específico.
Así, en el mundo actual no basta con responder de manera emergente a la gran cantidad de cambios que se suscitan en el plano de lo político, lo económico, de los mercados, etc., es necesario elaborar una estratega que anticipe tanto las amenazas como las oportunidades que se presenten diariamente y en el futuro.
Para Porter (2015) la esencia de la formulación de una estrategia competitiva consiste en relacionar a una empresa con su medio ambiente; ampliando esta idea y respecto a esto último, Mintzberg (2008) establece que:
1- Cuanto más dinámico sea el entorno de una organización, más orgánica será su estructura.
2- Cuanto más complejo sea el entorno de una organización, más descentralizada será su estructura.
3- Cuanto más diversificados estén los mercados de una organización, mayor será la probabilidad de que se produzca una separación en unidades basadas en el mercado (suponiendo que existan economías de escala favorables).
Así, la diversidad y la flexibilidad son dos de las características más representativas de las organizaciones del siglo XXI, tal y como lo establecen Porter y Mintzberg; para lograr ser competitivo es necesario tener en cuenta los cambios que ocurren en el entorno, aunque con el surgimiento de conceptos como capital humano Dessler y Varela (2011), indican que gestionar los recursos humanos permite incrementar la competitividad, reducir los costos y mejorar el desempeño de los trabajadores.
Es fundamental para las organizaciones atender tanto los cambios internos como externos y gestionar y prever la gran diversidad de factores que influyen sobre ella. A manera de conclusión se puede decir que la organización es un ente complejo constituido por muchos aspectos o dimensiones, en donde el entorno introduce cambio y movimiento, una dinámica y una estructura en particular.
La teoría general del entorno implica que las organizaciones deben prever o anticiparse y planear sobre los cambios que pueden ocurrir a su alrededor; deben, como los seres vivos, adaptarse al medio circundante o extinguirse y desaparecer.
REFERENCIAS
Cabanelas, J. (1997): Dirección de empresas: Bases en un entorno abierto y dinámico, México: Pirámide.
Dessler, G. y Varela, R. (2011). Administración de Recursos Humanos: enfoque latinoamericano. México: Pearson.
Mintzberg, H. (2008): La estructuración de las organizaciones. México: Ariel.
Porter, M. (2015). Estrategia Competitiva: Técnicas para el Análisis de los sectores industriales y de la competencia.México: Patria.
Jesús Emmanuel Martínez Velasco
jemartinez@clea.edu.mx