Quizá por la facilidad con que se asimilan las imágenes, quizá por el placer que generan ciertas formas y colores es innegable que, tanto en este siglo como en el pasado, lo visual ocupó un lugar muy importante, adentrándose no solo en la política (propaganda), sino también en la publicidad (consumismo) y muchos otros aspectos de las sociedades modernas, tanto occidentales como orientales.
Para Jay (2008), la visión, ayudada por las nuevas tecnologías, se convirtió en el sentido dominante del mundo moderno.
Históricamente, a partir de la Segunda Guerra Mundial, muchos gobiernos y organizaciones se dieron cuenta de que era necesario desarrollar formas más sutiles de persuadir a la gente, para lograr que se comportaran de la manera en que se deseaba; ya no era a punta de pistola mediante un régimen fascista o totalitario, la mente y el corazón de la gente eran el objetivo principal y el ojo permitía penetrar sin problemas hasta en lo más profundo de la existencia humana.
Es importante mencionar que, cuando se habla de formas de control, el filósofo francés Louis Althusser (citado en Inda, 2016) distingue, además del aparato represivo del Estado (ejército, policía, gendarmería, funcionarios y las prisiones), los aparatos ideológicos del mismo; para él, el Estado funciona por la fuerza pública, la cual “sostiene silenciosamente” toda la inmensa red de control, de sanciones y de vigilancia.
Es así bajo la propuesta Althusser que se puede afirmar que no solo la fuerza física (la violencia), las instituciones y otras formas más concretas mantienen el estado de las cosas en el mundo; también las ideas, la consciencia que se tiene del mundo que nos rodea, generan pautas concretas de comportamiento en los seres humanos, formas de sentir y de experimentarse a uno mismo y a los demás.
Lo visual, como algo de lo que no se puede escapar y que resulta altamente gratificante, se puede constituir como una forma de control ideológico.
Reflexionar sobre la idea de que es la mente la que ve y no el ojo, implica ser consciente de que, aunque la córnea es la primera parte del ojo en recibir los estímulos visuales, es el cerebro el que da el sentido y la interpretación a dichos estímulos, sobre todo si consideramos el hecho de que el cerebro está contenido en un espacio oscuro, solamente conectado al mundo exterior mediante tejido nervioso.
Berger y Luckmann (1993), sostienen que los sujetos crean la sociedad y esta se convierte en una realidad objetiva que, a la vez, crea a los sujetos: “La sociedad es un producto humano. La sociedad es una realidad objetiva, el hombre es un producto social”.
El hombre es un producto de la visualidad y el contenido o propósito ideológico que conlleva, pero ¿quién puede resistirse a la necesidad de observar? La visualidad y la persuasión son dos cuestiones que hoy en día parecen inseparables.
REFERENCIAS
Berger, P. y Luckmann, T. (1993). La construcción social de la realidad. Buenos
Aires: Amorrortu.
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Inda, G. (2016). La cuestión Estado/luchas populares en Louis Althusser (1976-1978). Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. XXIII No. 67. Disponible en:
http://www.scielo.org.mx/pdf/espiral/v23n67/1665-0565-espiral-23-67-00009.pdf |
Jay, M. (2008). La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX. España: AKAL.
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Jesús Emmanuel Martínez Velasco
jemartinez@clea.edu.mx